En esta obra, Trevor-Roper argumenta que el siglo XVII fue una época de crisis multifacética que afectó diversos aspectos de la vida europea. El autor examina cómo la Reforma Protestante y la Contrarreforma católica generaron tensiones religiosas que se tradujeron en conflictos sociales y políticos, como la Guerra de los Treinta Años.

Trevor-Roper destaca la relación entre religión y cambio social, señalando que las nuevas creencias religiosas no solo afectaron la espiritualidad individual, sino que también llevaron a la reconfiguración de las estructuras sociales y de poder. La búsqueda de la reforma religiosa se convirtió en un catalizador para la transformación política, dando lugar a revoluciones y levantamientos en diferentes países.

El autor también explora el impacto de la crisis en la vida cotidiana de las personas, cómo las tensiones religiosas y políticas influyeron en la cultura, la economía y la identidad nacional. A lo largo del libro, se presentan ejemplos concretos que ilustran la interconexión entre los cambios religiosos y los desarrollos sociales.