En esta obra, Péguy reflexiona sobre la dualidad de la existencia humana, donde lo temporal, es decir, la vida cotidiana, las luchas y los desafíos, se enfrenta a lo eterno, que representa la búsqueda de la verdad, la moralidad y la trascendencia espiritual. El autor sostiene que a menudo la humanidad se encuentra atrapada en las preocupaciones mundanas y pierde de vista los valores eternos que dan sentido a la vida.

Péguy utiliza un estilo poético y metafórico para abordar temas de la fe, la razón y la historia, argumentando que lo temporal no debe ser desestimado, sino que debe ser entendido en relación con lo eterno. Él invita a los lectores a reconocer la importancia de los actos cotidianos y cómo estos pueden contribuir a una vida con propósito y significado.

El ensayo también discute el papel de la comunidad y la historia en la construcción de la identidad y la búsqueda de la verdad. Péguy enfatiza que el amor y la justicia son valores fundamentales que deben guiar la vida humana, y que el verdadero entendimiento de la existencia requiere una integración de lo temporal con lo eterno.